La vuelta a la normalidad en el trabajo

Asumámoslo: salvo casos puntuales, volver a lo que hemos conocido será un recuerdo del pasado



El COVID-19 ha alterado, cambiado y revolucionado muchas cosas. Una de ellas, quizás la que más, la manera de trabajar. Y va siendo hora de asumir una realidad: lo que conocimos hasta la llegada de la pandemia ya es cosa del pasado.


Mucho se está hablando del teletrabajo y de la vuelta a la normalidad en oficinas y espacios de trabajo, y poco de qué manera se está produciendo esa vuelta. Y la realidad, lo que el regreso a lo que se ha venido en llamar nueva normalidad, es que lo que conocimos antes de que la pandemia cambiara nuestra vida ya no volverá a ser nunca más. Y por diversas razones que me dispongo a explicar.

La pandemia ha alterado nuestra manera de trabajar. Lo que ahora se impone es el teletrabajo. Para unos, una manera más cómoda. Para otros, una manera que ha dificultado su manera de trabajar y también de relacionarse con sus compañeros y clientes. ¿Y ahora? 

Y lo que está claro, tal como está la situación, es que el regreso a las oficinas se plantea como una quimera; y aun cuando la situación regresara a lo más parecido a una normalidad —puede que cuando llegue la tan ansiada vacuna—, muchas empresas ya habrán apostado por un modelo híbrido, cuando no de apuesta total por el teletrabajo, de aquí a los próximos meses.

Ya sea por razones de costes, de comodidad con el modelo o por las que sean, estamos abocados a un escenario en el que el teletrabajo cobra una dimensión mucho más importante que el trabajo presencial. Y reconozcámoslo: no todos estamos preparados para teletrabajar.

¿Dónde radicará entonces el desafío para las empresas? En acompasar ambos modelos, el presencial y el online. Y ahí será importante el desarrollo de modelos que permitan tratar a los trabajadores de manera individual para tener en cuenta sus necesidades, motivaciones, inquietudes. 

Modelos que permitan su desarrollo y acompasarlo a los requerimientos del día a día, pero también el desarrollo del trabajador, su salud mental y su bienestar para que su rendimiento sea óptimo. 

Pues no olvidemos que un trabajador motivado es un trabajador con ganas de superarse, de mejorar cada día; y, al contrario: un trabajador desmotivado se convierte en un lastre para su empresa.

Por lo tanto, preocupémonos menos de qué manera vamos a volver a la realidad y cómo será esta, y mucho más de qué manera la vamos a afrontar cada uno de nosotros sin que eso suponga, por un lado, un peligro para nuestra salud mental. Lo que, tengámoslo en cuenta, siempre afectará a la empresa en mayor o menor medida. Y mejor que lo haga de manera positiva que no de forma negativa. 

Por el bien del trabajador, pero también de la empresa.

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