Bulos, no

En tiempos como los que corren, es normal que el pánico se haga mayor con una mecha de ignición tan grande como las redes sociales y los servicios de mensajería instantánea. 


¿Cuántos de nosotros no ha recibido en los últimos días vídeos, imágenes o noticias de enfermeras, médicos, imprudencias de todo tipo o desastres relacionados con el coronavirus? Unos cuantos, ¿verdad? La consecuencia es la que pretenden aquellos mensajes: crear pánico, sembrar el horror, derribar los cimientos de la sociedad que tanto nos ha costado construir en cuestión de semanas, días, cuando no minutos.

¿Y LO VAMOS A PERMITIR? Sí, así, con mayúsculas.

La respuesta es NO, también en mayúsculas. Y ¿cómo lo podemos hacer? Es muy sencillo: dejando de prestar atención a todos esos bulos que nos asaltan y que sólo contribuyen a extender el pánico y a socavar, repito, los cimientos de nuestra sociedad; prestando únicamente atención a las fuentes oficiales, que son las encargadas de nutrirnos de los datos esenciales de la situación que vivimos junto con los aportes de los medios de comunicación; y comprobando la veracidad de aquellos bulos. Muchos se desmontan en cuestión de segundos simplemente consultando la misma red —Internet— de la que valen para propagarse.

En nuestra mano está convertir esta época que no ha tocado vivir en una situación complicada, o convertirla en un infierno que nos puede abrasar a todos si no podemos remedio.

Pero no difundamos más bulos. Seamos consecuentes con nosotros mismos y con los demás.

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