La empresa necesita cerebros sanos y felices

Siempre comento que hace muchos años, cuando algunos comenzamos a hablar de Felicidad en la empresa (entonces lo llamábamos bienestar, y ya sonaba raro), las caras de los CEOs y de los responsables de RRHH eran todo un poema


La felicidad parecía ser un estado utópico al que se llegaba en momentos específicos de la vida y quedaba restringido a la esfera personal, nada tenía que ver con la empresa. Porque las empresas son negocios, no lugares de crecimiento personal.

En tan sólo unos pocos años, la tortilla se ha dado la vuelta. Ahora no es nada utópico pensar que las empresas puedan ser lugares para el crecimiento personal. 


De hecho, mujeres valientes y con mucho criterio como Paloma Fuentes, gerente de Felicidad en Mahou-San Miguel, creen que la empresa debe ser un lugar donde las personas se desarrollen también a nivel personal. Esta idea es muy interesante y tiene una base práctica que me gustaría desarrollar aquí. 

En el siglo XIX, época en el que las personas eran mano de obra en cadenas de montaje, las empresas ofrecían motivación al trabajo a través del dinero. En el siglo XX, en el que este trabajo pasó a ser realizado por las máquinas, las personas comenzaron a ser necesarias para gestionar proyectos, para gestionar el trabajo de las máquinas o para gestionar a otras personas, y fue necesario pagarlas no sólo con dinero, sino también con planes de carrera —elementos de desarrollo profesional— para estimular su motivación en la empresa. En el siglo XXI, donde a las personas más valiosas se las paga por tener ideas, por innovar y por crear, la empresa tiene un nuevo reto

A los pensadores del siglo XXI es necesario ofrecerles espacios en los que sean creativos, donde puedan ofrecer lo mejor de sí mismos, donde su cerebro sea sano y esté en condiciones óptimas para crear, para hacer aquello por lo que se le paga: generar ideas de valor. 

Como las ideas se generan en nuestro cerebro, el reto de las empresas es ayudar a las personas a mantener su cerebro sano. Y un cerebro sano es un cerebro feliz

Las personas que invierten en su desarrollo emocional se caracterizan por poseer cerebros sanos con capacidad para innovar, y para generar el mayor valor que pueda ofrecer un ser humano en la era del conocimiento. Y como las empresas son los lugares donde más tiempo vivimos —las dos terceras pares del tiempo en el que estamos despiertos, las dedicamos a trabajar—, y además no son oenegés sino lugares donde se genera negocio, la mejor inversión de una empresa es contribuir al desarrollo personal de sus empleados; permitirlos brillar para generar el espacio humano ideal para que generen “negocio intelectual” 

 La felicidad no sólo es rentable, es el reto pendiente de las empresas en el siglo XXI.

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