La toxicidad con una sonrisa se combate

Nada como una sonrisa para desarmar al compañero o jefe tóxicos, pues nada les provoca más daño que ver cómo otros son felices mientras ellos no lo son.

Sonríe. Sonríe siempre que puedas, incluso hasta en los malos momentos. ¿Acaso no has escuchado aquello de ‘al mal tiempo, buena cara’? ¿Y qué mejor cara que una sonrisa?

Porque una sonrisa contagia, despierta buenos propósitos, alimenta a los demás, anima a trabajar junto a su propietario o propietaria. Y, al revés, enerva a quienes no soportan ver una sonrisa, a aquellas personas que hacen lo posible por extender su bilis, esa misma que las consume, allá donde trabajen.

Mismamente, un compañero o un jefe tóxicos. ¿Qué es lo que más les fastidia? Ver a su alrededor gente feliz, contenta; gente que, pase lo que pase, afrontan las circunstancias siempre con una sonrisa, aceptan lo que les venga con una luz en su rostro que ciega a quienes detestan esas expresiones. Las víctimas propicias de los compañeros y jefes tóxicos.

Y, como era de suponer, no tardar en convertir a esas personas felices en el centro de sus diatribas, en el objeto de su odio, de su desdén. Pero, en ocasiones, con lo que no cuentan es con la respuesta de quien hace de la sonrisa una seña de identidad. Ríe, y si ríe es porque tiene motivos para ello, para disfrutar de la felicidad.

Ahora, ¿es posible estar así, siempre sonriente en el trabajo? Sabemos que es complicado, y que no son pocas las ocasiones en que se llega a flaquear. Pero también gozar del rictus de seriedad, del enfado y hasta de la desesperación del compañero o jefe tóxicos quienes, a pesar de todas las perrerías que puedan llegar a causarle durante la jornada, siempre mantienen la sonrisa. Esa seña de identidad que desarma voluntades, que gana adeptos, y que cabrea a quien hace de la toxicidad su manera de vivir.

La sonrisa, que puede ser así de poderosa.

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