Según como mires la vida, así te verán

La vida se puede ver de distintas maneras, pero con positivos es como mejor se afronta. Bastan unas palabras preciosas, un poco de imaginación y ganas de disfrutar cada segundo, cada instante de la vida para ser feliz. El mensaje cuenta, pero más la manera de decirlo. ¿Os suena la anécdota del ciego? ¡Vamos con ella!

Pongamos una ciudad cualquiera, un día cualquiera de primavera. Flores que huelen, el sol que brilla con ganas y la chaqueta que sobra. De esos días que apetece pasear, perderse por las calles de esa ciudad, sin prestar atención al tráfico ni a las personas. En una esquina, apostado, espalda contra la pared y sentado en el suelo, un mendigo aspira a ganarse unas monedas con las que aliviar su pena y hambre. Un hombre que camina despreocupado lo ve y se acerca a él.

El mendigo intuye su presencia, levanta el vaso que descansa junto a un cartel y lo hace sonar con las pocas monedas que tiene en su interior. Apenas cuatro o cinco, y no de las mayores. El mendigo esboza una melancólica sonrisa cuando oye caer un par de monedas. Son gordas. Está feliz, algo es algo. El hombre coge el cartel y lo examina. Con letra gruesa el mendigo escribió: “Tengo hambre. Una limosna, por favor”. Las pocas monedas recogidas atestiguan su escaso éxito. El hombre intercambia algunas palabras con él. Anoche cenó algo pero hoy aún no ha probado bocado, y tiene hambre. Las monedas que le acaba de dar la aliviarán un tanto. Poco más. El hombre le pide el rotulador con el que escribió el cartel, lo vuelve a dejar en su sitio y se marcha advirtiéndole de que volverá en un par de horas, pues tiene que pasar por allí.

Las dos horas se cumplen cuando el hombre vuelve a cruzar delante del cartel. Al saludar al mendigo éste sonríe. Le muestra la taza: estaba llena. ¡Y la vació media hora atrás! Da las gracias al hombre y éste sonríe también, aunque el otro no pueda verlo. De pronto, el mendigo le pregunta
 con voz grave:

―¿Qué escribiste para que la gente me haya dado tantas monedas, y en cambio esta mañana no me diera nada?

El hombre toma el cartel y lo pone en las manos del mendigo. Depende de cómo cuentes las cosas, de cómo veas la vida, así te verán los demás. El hombre aprieta las manos del mendigo y se marcha. Poco después llega una muchacha, lo vio, se agacha y le deja un par de monedas. Después de darle las gracias, el mendigo le pide un favor: si puede leerle lo que estaba escrito en el cartel. La chica, diligente, lo lee y se marcha con una sonrisa en la boca. La misma que se dibujó en el rostro del mendigo y que ya no se le borraría en todo el día. No podía verlo, pero el hombre que lo escribió estaba en lo cierto: lástima no tener ojos para poder ver un día tan bonito como aquel.

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