Presentismo laboral: más perjuicios que beneficios para la empresa
Más de un 45% de los participantes en un estudio reconoce que se quedan más horas de las establecidas en su trabajo por miedo al despido
El presentismo laboral es más perjudicial que nocivo para las empresas. En esta ocasión, ha sido Adecco la encargada de poner cifras a una situación más problemática que beneficiosa para las empresas. De hecho, el 56% de las empresas españolas reconoce haber detectado alguna práctica presentista.
Dícese del presentismo laboral aquella práctica que se caracteriza por la presencia de los trabajadores de una empresa más allá de su horario habitual; lo que ocurre, al menos, en el 56% de las empresas españolas según un reciente estudio de Adecco.
Lo pero es la siguiente cifra que arroja el mencionado estudio: más de un 46% de los entrevistados reconoce que se quedan más tiempo del establecido en su jornada laboral por miedo al despido. ¿Significa eso que produzcan más? No, sólo están más tiempo.
Es más, Adecco considera que una de cada dos empresas reconoce tener hasta un 10% de trabajadores presentistas. Un coste que en España aún no se ha contabilizado, pero sí en EE. UU, donde el presentismo cuesta a sus empresas cerca de 150 billones de dólares al año.
Perfil y causas
¿Quién es el protagonista de este tipo de prácticas? Si nos atenemos a lo dispuesto en aquel estudio, una persona mayor de 35 años, de sexo indistinto, alto cargo o directivo/a y con contrato indefinido a tiempo completo.
Persona que llega al punto de quedarse más tiempo de lo establecido por diversas causas. Por un lado, la falta de motivación del trabajador dentro de la empresa, a lo que se une una mala relación con el equipo y sentirse frustrado en su puesto por las razones que sean, son un cóctel perfecto para crear a un trabajador que permanece en su puesto las horas que establezca su contrato e incluso alguna más. Lo que no significa que las dedique a sus labores dentro de la empresa, sino a otras cuestiones o incluso a temas personales. Lo que genera otro efecto perverso para la empresa: la escasa productividad de dicho empleado.
Otra razón puede ser que se sienta desplazado dentro de la estructura de la empresa, sin voz ni voto en lo que a las decisiones se refiere; o que no se tenga en cuenta su trabajo ni tampoco se le requiera su opinión para asuntos relacionados con el día a día o del devenir de la empresa.
A lo que hay que unir otra causa relacionada con la anterior, y es que, todavía, en ciertas empresas está mal visto que un trabajador se marche a su hora, o bien que entre a horas fuera de las establecidas en el convenido. Empresas, en consecuencia, en las que la conciliación no pasa de ser una quimera.
Y, finalmente, una que es de las razones más importantes a la hora de fomentar el presentismo: el miedo al despido, lo que se traduce en el famoso efecto “calentar la silla” al que son propensos tantos trabajadores; que prefieren ser vistos en su puesto de trabajo por el jefe a sabiendas de que no tienen nada que hacer.
Consecuencias
Visto lo visto, las consecuencias están claras: desde una caída de la productividad y de la calidad del trabajo desempeñado hasta conflictos con el resto de trabajadores, pasando por un aumento del estrés.
Con todo, las peores consecuencias son las que tienen que ver con la imagen de la empresa, y entre ellas destacan la disminución —o huida, directamente— del talento de la empresa, y el desarraigo del trabajador con respecto a la empresa para la que trabaja.
Cómo combatirlo
Está claro que la mejor manera de combatir el presentismo laboral es fomentando una política que aúne flexibilidad en la jornada laboral, —ahí el teletrabajo se revela como una herramienta fundamental—; la involucración del trabajador en el día a día y en la toma de decisiones, o bien que la dirección tenga conocimiento de sus competencias en la empresa; y fomentando estrategias para desarrollar su motivación. Pero sin olvidar que la motivación es cosa de cada trabajador, la empresa sólo tiene que poner aquellas herramientas que considere necesarias —no generar la motivación por sí misma— para que el trabajador trabaje a gusto y horas que sean realmente productivas.
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