Wellness, o cómo dejar de pasar el 3% de nuestras vidas en el trabajo

De media, los españoles pasamos esa cifra en el trabajo, lo que repercute en nuestra salud física y mental


Los españoles pasamos el 30% de nuestra vida, de media, en el trabajo. Es el resultado de datos recopilados por Sodexo que concluyen con una evidencia: tanto tiempo en el trabajo repercute en nuestra salud física y mental.

Si crees que pasas demasiado tiempo en el trabajo —un 30% de tu vida. Ya está cuantificado por Sodexo—, que sepas que no eres la excepción. Porque los españoles gastamos todo ese tiempo que, inevitablemente, nos pasa factura a escala de salud física y mental.


De manera física está claro: el cansando acumulado es evidente, pero no lo es menos desde un punto de vista mental: desde fatiga crónica pasando por falta de eficacia hasta acabar en depresión. Todo ello concluye que el 30% de las bajas laborales que se piden en este país obedece a los motivos expuestos según Sodexo.

Es más, estudios más amplios, como los realizados en Estados Unidos, demuestran que el 80% de los trabajadores siente el estrés en el trabajo, y casi la mitad de ellos afirma necesitar ayuda para afrontarlo. No acaba aquí la cosa: el 35% aduce que el estrés le afecta de manera física, y el 45% reconoce que la sobrecarga laboral afecta a su vida personal.

Wellness 3.0


Ahí radica la solución según Sodexo, en el impulso de políticas de recursos humanos que integren medidas para mejorar la salud física, mental y financiera de los empleados. Así, el Wellness constituye la mejor manera para crear un marco que cuide su bienestar desde todos los puntos de vista y, de esta forma, el trabajador mantenga o incremente su productividad y no la reduzca por culpa de bajas.

Y no estamos hablando de quimeras, sino de lugares para poder realizar deporte dentro de la empresa, para desconectar del trabajo, desarrollar programas para cuidad de su salud, fomentar retos de superación tanto individuales como colectivos…

Nada del otro mundo, como has podido comprobar.

FUENTE: El economista

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