La cuestión es ¿vivir con pasión o sin pasión?
Pocos lo dudan: sin pasión, la vida no merece ser vivida
¿Merece pasar por la vida sin disfrutarla a tope, o hay que aprovecharla hasta la última gota viviéndola con pasión. Una cuestión que sigue despertando controversia y que depende de cómo vea la vida cada cual.
Cada vez más gente lo reconoce: la pasión es lo que les mueve en cada orden de su vida. En lo personal, en lo profesional… Aunque no siempre se ha tenido esta idea. Sin ir más lejos, muchos filósofos de la Grecia Antigua sostenían que la pasión era una afección del alma. Algo que había que controlar y hasta omitir si uno quería ser feliz. A modo de ejemplo, Zenón de Citio recomendaba dominar las emociones, los sentimientos y las pasiones a través de la virtud, pues eso conlleva vivir una vida sin dolores ni sufrimientos.
Pero el tiempo pasa, cambia la manera de ver las cosas, de vivir, y cada vez está más claro que una vida sin pasión es como leche y espuma o como noche sin luna: algo aburrido y carente de sentido. Y es que la pasión es lo que nos impulsa a disfrutar cada instante de todo y de todos, la que nos lleva a buscar nuestros límites con tal de gozar de aquello que estamos buscando, la que nos llena, tanto espiritual como vitalmente.
Ahora, ¿es recomendable o no vivir con pasión? Lo que está claro es que las personas que lo hacen demuestran una mayor implicación en el trabajo, pero también gozan de una mejor salud. Y al revés, quienes no se dejan llevar por la pasión actúan de manera mecánica, como cumpliendo la función o tarea encomendada.
En consecuencia, nosotros tenemos en cuenta de que es necesario vivir con pasión, que la pasión es imprescindible para llenar nuestra, para disfrutarla al máximo. Otra cosa es regular sus niveles, aunque eso también daría lugar a otro debate: ¿es bueno poner mucha pasión a todas las cosas, o más bien basta con un poco? Mejor lo dejamos para otro día…
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