Esperanza
Esperanza. Nombre de mujer, pero también una de las palabras más bonitas de nuestro idioma. Porque la esperanza nos mantiene vivos. Algunos dicen que de manera falsa y engañosa. Pero ¿qué es mejor? ¿sentirse vivo, disponer de algo en lo que creer o buscar, o sentirse muerto? Todo es cuestión de esperanza…
¿Quién no recuerda el final de ‘Cadena Perpetua’? Esa maravillosa película dirigida por Frank Darabont en la que Tim Robbins y Morgan Freeman se salen. Tal cual. La escena final, decía. Morgan Freeman camino de Zihuatanejo, el pueblo al que Robbins prometió marcharse si alguna vez conseguía escapar del presidio de ShawShank. “Y espero nunca más perder la esperanza”. Eso, en la versión doblada. En la original, la palabra esperanza —en lugar de aquella frase eso es lo que Freeman únicamente utiliza, hope— adquiere aún más fuerza. Es rotunda. Poderosa. Inmensamente fuerte.
Pues eso es la esperanza. Tan fuerte, tan arrolladora. ¿Qué sería de nosotros sin esperanza, sin ese motor que nos mantiene vivos, alerta, que nos impulsa a ver el futuro, sea cual sea su proximidad o lejanía, con ojos abiertos, expectantes?
La fuerza de la vida. Esperanza. Un arma de doble filo, según algunos. Porque, lo mismo que nos genera ilusiones, que nos invita a creer en lo que sea, a no desfallecer, también puede alargar una agonía, o bien mantenernos sumidos en una burbuja cuyo pinchazo liberará una incalculable cantidad de dolor. Y es que todo tiene su riesgo, su doble cara, el Yin y el Yang.
Esperanza, pues. Ese motor, ese alimento para el alma. Al igual que Morgan Freeman se encaminaba hacia Zihuatanejo prometiéndose no perder nunca la esperanza, a nosotros nos corresponde seguir con su ejemplo: perseguir aquello que más anhelamos, lo que más deseamos, hasta conquistarlo. Todo consiste en sopesar los pros y los contras, qué tenemos que ganar y que perder, pero siempre con el deseo de alcanzar el propósito. Para ello contamos con un arma definitiva, tan poderosa que ninguna otra es capaz de derrotarla. Se llama esperanza, y es la que nos impulsa.
Que veinte años no es nada, cantaba Gardel, y la vida es como una caja de bombones, se atrevía a decir Forrest Gump. Ambos con la mirada puesta en la esperanza. La que nunca tenemos que perder pase lo que pase.
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