PÍLDORA 13: del “Síndrome del Impostor” al “fíngelo para serlo”
Nuestra conversación interior genera escenarios capaces de impulsarnos al éxito o al fracaso. Los pensamientos crean estados interiores que puedan jugar en contra nuestra, como ocurre cuando quedamos atrapados en el “Síndrome del Impostor”. Siendo conscientes de estos mecanismos, podemos balancear el autosabotaje y contribuir a nuestro propio éxito.
El síndrome del impostor es un fenómeno que sufrimos muchos, la mayoría de personas, en momentos de desafío personal y que aplicaré a un entorno profesional.
Básicamente ocurre cuando las personas sentimos interiormente que, en realidad, no damos la talla en determinados entornos profesionales (una presentación, una negociación, etc.) y los pensamientos que nos asaltan –responsables, por cierto, de las emociones que nos paralizan- nos atacan directa y literalmente en el momento de mayor desafío para boicotear nuestra actuación. Según Pauline Clance y Suzanne Imes, las psicólogas que acuñaron el término, en esos momentos en que es crucial “darlo todo”, pensamos que somos un fraude, que no merecemos estar ahí porque no tenemos la valía suficiente para culminar, que los éxitos pasados se debieron mayoritariamente a la fortuna. En definitiva, es aquello que le pasa a la gente competente cuando se autoconvence de que realmente es incompetente.
Quizá en momentos críticos en tu carrera profesional te has dicho cosas del tipo “esto me viene grande”, “si supieran que realmente no soy experta…”. Como ves, no nos ayudamos, nos saboteamos. ¿Lo hacemos porque somos inseguros, por perfeccionismo o autoexigencia? Independientemente de la causa, es claro que, al creernos impostores, nos restamos confianza.
¿Y cuál es la solución? Resulta que existe, y no es el consabido cambio de pensamiento. Definitivamente somos incapaces, en esas circunstancias de máximo desafío, de cambiarlos rápida, consciente y efectivamente. Por eso, es mejor contar con una fórmula más fácil y asequible: cambiar la postura. Realizar movimientos corporales tendrá el efecto de modificar los pensamientos. Vayamos paso a paso:
1. Ante una situación desafiante (el cierre de una venta, por ejemplo) comienzas a sentirte nerviosa, así es como solemos llamarlo habitualmente.
2. En ese momento, te asaltan pensamientos amenazantes del tipo “no seré capaz”, “va a pensar que no podemos asumirlo”, etc.
3. Sé consciente de tu postura corporal en ese momento. Quizá será un reflejo de los pensamientos negativos que te asaltan. Puede que tengas este tema dominado y que no demuestres con tu postura la debilidad que realmente sientes. Aun así modifica, aunque sea levemente la postura:
a) Coloca los hombros ligeramente hacia atrás
b) Expande levemente el pecho, quizá sea casi imperceptible, pero es suficiente con que tú lo sientas.
c) Colócate erguida, alzando un poco el mentón
d) Comprueba cómo cambian tus pensamientos al adoptar una micropostura de poder.
Aunque sólo consigas abandonar conscientemente los pensamientos de autosabotaje ya hemos conseguido un gran logro, pero la práctica consciente conseguirá hacer girar lo que piensas sobre ti mism@ hacia ideas más positivas sobre tus capacidades. Repetirlo hasta convertirlo en un hábito consigue el efecto contrario: es el “fíngelo para serlo”. La postura te hace sentir poderosa y finalmente consigue que se mantenga en el tiempo y seas finalmente una ayuda para ti misma en esos momentos estresantes.
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