La determinación, esa fuerza irracional

Nada es más poderoso que la determinación. Querer ser lo que uno quiere ser por altas que sean las murallas, por grandes que sean las dificultades, es algo que sólo está al alcance de la determinación. Da alas, nos impulsa y casi siempre consigue su objetivo.

Pocas cosas son tan poderosas como la determinación. Es esa llama que prende en nuestro interior cuando estamos convencidos de queremos conseguir algo sean cuales sean nuestras motivaciones. La meta es la que cada uno se fije, pero la determinación es la que nos impulsa, nos empuja hasta conseguirlo.



El cine nos ofrece una gran cantidad de ejemplos al respecto. Uno de los mejores es Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004), y especialmente esta escena que interpretan el propio Clint Eastwood y Hillary Swank. Ésta última (Maggie) quiere ser boxeadora profesional y para ello comienza a entrenar en el gimnasio que regenta Frankie Dunn (Eastwood). Ver a una mujer allí no le hace demasiada gracia, por eso hace lo posible y lo imposible por quitarle la idea de la cabeza.

Pero choca con la determinación de Maggie. Quiere ser boxeadora profesional, triunfar en la vida; escapar de un presente poco o nada alentador que no permite adivinar un futuro mejor. Maggie sabe que con preparación será la mejor boxeadora que nunca se haya visto en un cuadrilátero. Sabe de dónde viene, pero también dónde quiere llegar y nadie le detendrá en su propósito.



Porque de eso va la determinación, de salvar todas las barreras, de no hacer caso a ningún no, de perseverar, de trabajar con ahínco a la espera de los resultados. Que llegan. Tarde o temprano llegan porque quien cree en una idea, en un reto, y se propone alcanzarlo por todos los medios que tiene a su alcance, lo consigue. Y no se trata de una película de Hollywood, sino de la realidad. De la pura realidad.

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