Por qué hay que hacer bella la vida
Es quizás una de las películas más bellas y, a la vez, la que mejor transmite que la vida, a pesar de revelarnos su cara más amarga en demasiadas ocasiones, hay saber entenderla para que quienes nos rodean la disfruten en toda su intensidad. Y es que, a pesar de todos los pesares, La vida es bella.
Histriónico a más no poder, Roberto Benigni se sacó de la manga La vida es bella, que él mismo escribió, dirigió y protagonizó en 1997. En sí, la película cuenta cómo un matrimonio y su hijo son enviados a un campo de concentración y cómo el padre se desvive por hacer creer a su hijo que todo lo que están viviendo forma parte de un concurso cuyo premio es un enorme tanque militar. Tiene escenas realmente impresionantes pero, sin duda, ésta es una de las más emotivas y, a la vez, más cargada de mensaje:
Histriónico a más no poder, Roberto Benigni se sacó de la manga La vida es bella, que él mismo escribió, dirigió y protagonizó en 1997. En sí, la película cuenta cómo un matrimonio y su hijo son enviados a un campo de concentración y cómo el padre se desvive por hacer creer a su hijo que todo lo que están viviendo forma parte de un concurso cuyo premio es un enorme tanque militar. Tiene escenas realmente impresionantes pero, sin duda, ésta es una de las más emotivas y, a la vez, más cargada de mensaje:
Un padre que se sacrifica por su hijo y que no duda en anteponer su vida en todo momento para que aquél siga viviendo. Y más cuando, al día siguiente, e imbuido por su inocencia y lo que le ha inculcado su padre durante su estancia en el campo de concentración, el niño descubre que el premio -el tanque militar- era real y no un invento de su progenitor.
Y es que eso es la vida: capacidad de sacrificio al servicio de los que más queremos. Por muy mal que nos vayan las cosas o nos trate la vida, también tenemos que pensar en las personas que nos rodean, en quienes nos hacen más felices. Por desgracia, la felicidad no regala su don a todo el mundo y algunos salen más beneficiados que otros en el reparto, pero la infelicidad de unos no tiene por qué suponer la de todos los que están a su alrededor. Porque, tarde o temprano, esa misma felicidad que parece evitarle podría terminar por llegarle a él; y, si no, siempre le quedará el regusto de haber sido el causante de la felicidad de otra persona, la que más quiera, simplemente con haberle ocultado lo ácida que puede llegar a ser la vida para que sólo conozca su cara más dulce, la de la felicidad. Como hace Roberto Benigni con su hijo en la película. Porque, nos pese o no en ciertos momentos, la vida es bella. Pero que muy bella.
Y es que eso es la vida: capacidad de sacrificio al servicio de los que más queremos. Por muy mal que nos vayan las cosas o nos trate la vida, también tenemos que pensar en las personas que nos rodean, en quienes nos hacen más felices. Por desgracia, la felicidad no regala su don a todo el mundo y algunos salen más beneficiados que otros en el reparto, pero la infelicidad de unos no tiene por qué suponer la de todos los que están a su alrededor. Porque, tarde o temprano, esa misma felicidad que parece evitarle podría terminar por llegarle a él; y, si no, siempre le quedará el regusto de haber sido el causante de la felicidad de otra persona, la que más quiera, simplemente con haberle ocultado lo ácida que puede llegar a ser la vida para que sólo conozca su cara más dulce, la de la felicidad. Como hace Roberto Benigni con su hijo en la película. Porque, nos pese o no en ciertos momentos, la vida es bella. Pero que muy bella.
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