La vida está llena de experiencias. ¡Gánatelas todas!

La vida se compone de experiencias de unos y de otros. Unas llenan más que otras, pero todas se caracterizan por lo mismo: nos insuflan de ese aporte que necesitamos para convertirnos en lo que queremos ser. Y todas valen, sean buenas o malas.

¿Cuántas veces hemos visto la famosa escena de El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989), en la que Ethan Hawke se sube a su mesa para rendir homenaje al profesor Sr. Keating -Robin Williams-? Si no la recuerdas, aquí te la traemos.



Todd Anderson -Ethan Hawke en la película- es el personaje retraído, el que menos interés tiene por el nuevo profesor recién llegado al colegio elitista al que sus padres le han llevado a estudiar con miras a lograr un buen futuro profesional. La evolución personal de Hawke es absoluta; hasta el punto de que, finalmente, es quien más se identifica con el profesor Keating, que es el que consigue sacar el máximo potencial del joven sin más interés que hacerle disfrutar de la vida. 

¿Qué te quiero decir con esto? Que todas las personas dejan algo de huella en nuestras vidas de una u otra manera, unas más y otras menos. De lo que se trata, por lo tanto, es de aprovechar ese caudal de sabiduría -en el caso que exista- para beber de él hasta la última gota y hacerla nuestra, para nuestro disfrute y aprovechamiento; y también de conocer aquello que nos repugna o que nos provoca repulsión para rechazarlo e identificarlo de tal manera que, en cuanto se nos cruce de nuevo, evitarlo en la medida de lo posible.

La experiencia es la que nos hace grandes a ojos de los demás. Experiencia ganada a partir de otras experiencias, de aquellos que nos rodean, de los que tenemos mayor o menos aprecio. Experiencia que nos permite conocer el mundo y enfrentarnos a él sin miedo. Que es, al fin y al cabo, de lo que se trata. ¿O no?

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