La carrera de la felicidad

Todos queremos la felicidad, y en su nombre recorremos la vida actuando, interactuando, buscando, comprendiendo… Personas, cosas, lugares, acciones. Años y años de recorrido vital ansiando la conquista definitiva. Y al llegar al final de nuestra vida y echar la vista atrás, ¿qué? ¿Y si no se ha conseguido el objetivo a pesar de la meta concebida y los pasos dispuestos para lograrla?

La vida es una carrera que comenzamos desde el mismo momento en que nacemos. Según la duración de la vida, puede ser más o menos corta, pero pongamos un maratón como medida estándar; una carrera larga, dura y que nos provoca distintas sensaciones en nuestro organismo según avanzamos en pos de la meta final marcada, que no es otra que la felicidad. Eso es lo que todos ansiamos: alcanzar la felicidad. Y una vez aprehendida, retenerla, hacerla nuestra el máximo tiempo posible.

Y eso es lo que nos empuja durante la carrera a dar lo mejor de nosotros mismos para alcanzar esa meta que parece más lejana o cercana según las distintas trabas que la vida va poniendo en nuestro camino. Pero no importa; perseveramos, seguimos siempre hacia adelante, buscando ese objetivo. 

Luego vienen los imprevistos, aquellas circunstancias, momentos o cosas que pueden ralentizar nuestro ritmo o directamente detenerlo, lo que hará –a nuestros ojos- ver la meta de la felicidad cada vez más lejana. Es entonces cuando tenemos que tomar decisiones importantes que, de una manera u otra, también afectarán al fin pretendido. La felicidad es lo que importa y hay que conseguirla a toda costa.

Y así seguimos corriendo esa peculiar maratón que es la vida hasta llegar a la meta, al momento final de nuestra existencia, que puede acontecer en cualquier instante y sin avisarnos. La vida es así, ella decide cuándo se acaba todo. Incluso no te da la oportunidad de echar la vista atrás y comprobar si realmente ha merecido la pena la carrera emprendida para obtener el resultado recién conquistado; es así de perversa. Pero cuando la da, cuando te ofrece la dádiva de repasar la carrera y todo lo logrado, es cuando la vida se nos revela como lo que es: un tahúr que nos ha enseñado algunas cartas, pero no toda la baraja. ¿Y la meta? Puede que sí, que la felicidad ansiada sea conquistada y disfrutada como se merece. Pero, ¿y si no? ¿Y si la felicidad sigue tan alejada que por mucho que corras nunca la alcanzarás? ¿Merece la pena únicamente centrarse en el objetivo y desdeñar la carrera en sí, todo lo que nos ofrece, todo lo que aparece a su alrededor? 

Esa es la pregunta que siempre debemos hacernos en cualquier momento de la carrera que es la vida; el momento en que cada uno decide si merece la pena perder todo lo que la rodea con tal de conseguir el objetivo final sin que el éxito esté garantizado, o bien andar paso a paso, sin prisa. Que suelen decir que no son buenas consejeras. Y más si lo que está en juego es tan importante como la felicidad.

Si quieres contactar con nosotros. puedes hacerlo al correo info@emotionhr.com.

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