La búsqueda de la felicidad
Nos empeñamos en buscar la
felicidad en todas partes, en rincones, en lugares, en situaciones, y no nos
damos cuenta de que no hay que buscar mucho porque la llevamos incorporada de
serie. ¿El problema? Que no todos son capaces de encontrarla. Esta leyenda
refleja muy bien cómo es esa búsqueda.
Los dioses están ocupados, tienen
que terminar de crear al hombre y a la mujer. Cada uno aporta lo mejor que
tiene para dar forma a unas criaturas perfectas, ejemplos de sus creadores,
para que puedan admirarlas orgullosos. Pero cuando estaban a punto de terminar
el trabajo, los dioses se dan cuenta de que habían otorgado tantos dones al
hombre y a la mujer que, con el tiempo, serían tan poderosos como ellos.
Poseían todo lo necesario para perseguir sus sueños, y eso podía convertirlos
en seres soberbios y desafiantes.
―¿Cuál? ―inquiere otro de los Dioses.
―¿Cuál va a ser? ¡La felicidad!
El murmullo crece y crece. El primer Dios está en lo cierto; aún no han
otorgado la felicidad al hombre y a la mujer, y ese era el as que se reservan.
―¿Y qué hacemos con ella? ―pregunta
un tercero.
―¡Tenemos que ocultársela! ―propone
un cuarto―. Así, mientras estén ocupados en
buscarla, no podrán retarnos jamás.
―Ya, ¿pero dónde la ocultamos? ―vuelve
a preguntar el segundo Dios.
―¡En el pico más alto! ―sugiere el cuarto.
―En cuanto aprendan a escalar, la
encontrarán ―le refuta el primero.
―¡Pues en el fondo del mar,
matarile! ―vuelve a la carga el segundo de los Dioses.
El primero menea la cabeza poco
convencido, para responder después:
―No, que seguro que inventan
algún cacharro para explorarlo. Descartado. ¿Alguna otra propuesta?
Hasta ese momento un quinto Dios
había permanecido en silencio. Mira a sus compañeros y después sonríe
asintiendo con la cabeza:
―¿Sabéis dónde podemos ocultarla?
Conozco un lugar donde les costará tanto encontrarla que muchos ni siquiera la
hallarán en toda su vida.
―¿Dónde? ¿Dónde? ―responden todos
al unísono.
―Dentro de ellos mismos ―responde
el quinto Dios, convencido al ver las caras de sus compañeros―. La buscarán en
las cosas materiales o en otras personas, pero nunca se les ocurrirá buscarla
dentro de sí mismos.
Los cuatro Dioses restantes
celebraron con aplausos la ocurrencia de su compañero y colocaron la felicidad
dentro del corazón del hombre y de la mujer. Sabedores de que pocos, muy pocos,
la encontrarían allí en su vida.
FUENTE: Feliciteca.com
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