LO QUE HEMOS APRENDIDO DE LA CRISIS: los refranes ponen en evidencia nuestra capacidad de olvidar lo que ya sabemos
Hace un par de semanas expresaba en este blog mi desesperanza
porque consideraba que no habíamos aprendido nada de la crisis. En aquel post
hacía un paralelismo entre lo personal y lo colectivo, advirtiendo de que en
ambas facetas las crisis suponen puntos de inflexión que permiten examinarse
interiormente y salir fortalecidos. Aquí está la famosa oportunidad que tienen
las crisis (personales o económicas).
Creo que toca hacer un ejercicio de optimismo y volver a
hacer esa labor de percepción interior y descubrir que aunque a nivel
macroeconómico no hayamos conseguido cambiar la sociedad, sí hemos aprendido
muchas cosas a nivel microeconómico e individual.
En esta época de reflexión hemos cambiado mucho como personas.
Yo percibo, aunque es una percepción personal, que todos somos un poco más
espirituales y estamos más convencidos de que el control de nuestros destinos depende
más de nosotros mismos, y no tanto de las circunstancias o del exterior. El
dinero sigue siendo uno de nuestros mayores movilizadores, pero no creo que me
equivoque demasiado si pienso que ya no es el número uno. Buscamos la
felicidad…. Antes la considerábamos inalcanzable, y ahora la hemos redefinido.
Finalmente, y esto es muy importante, hemos constatado que el famoso “el dinero no da la felicidad” es cierto
en gran parte. Personalmente, percibo
que la gente sonríe más que antes, a pesar de que tiene menos motivos, aunque
puede ser mi apreciación.
A nivel microeconómico, las empresas han comprendido que hay
que trabajar en el hoy pero tomando decisiones que no sólo sean efectivas
ahora. El cortoplacismo es miopía y aunque es necesario decidir en el hoy, no
debemos dejar fuera la perspectiva del mañana. Otra vez la sabiduría del
refranero “pan para hoy, hambre para mañana”
Quiero creer, también, que se ha aprendido que el “todo vale” con tal de hacer la cifra no
funciona más que para generar ventajas de una manera inmediata, y que los
clientes solo son fieles cuando pueden confiar en su proveedor o en el producto
que consumen. Aquí me viene a la cabeza “el
fin no justifica los medios”.
Pero es muy importante que no nos siga fallando la memoria.
Que esto que hemos aprendido se fije en nuestro inconsciente colectivo, que
como sociedad maduremos de una vez y que nuestro beneficio comercial sea
equiparable al servicio que ofrecemos, así como que nos enorgullezca lo que
aportamos a la sociedad como personas o como empresas, puesto que ya sabemos
que la felicidad no se consigue sólo mirando la cuenta de pérdidas y ganancias.
Y si tenemos dudas de si vamos por el buen camino, repasemos
el refranero.
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